miércoles, 25 de octubre de 2017

Auri (personaje de Crónica del Asesino de Reyes)

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Kvothe y Auri

 Hoy escribo sobre uno de mis personajes favoritos de la trilogía Crónica del Asesino de Reyes: Auri. 

Auri es un personaje muy misterioso que nos deja pedacitos de inteligencia y ternura a lo largo de toda la obra. Dejo aquí una ficha técnica:

Playing Cards poster Auri 

 Nombre completo: Auri
Otros nombres: Pequeño duendecillo lunar
Especie: humana
Sexo: femenino
Ocupación: antigua estudiante de la Universidad
Campo de estudios: Alquimia, Nominación
Localización: La Subrealidad

✼✼✼


Kvothe conoce a Auri en el primer libro de la saga, El Nombre del Viento, mientras esta lo espía cuando él está tocando el laúd. Desde ese momento, se forja una bonita amistad entre ambos personajes. Sin embargo, Auri tan solo permite esta proximidad con la condición de the Kvothe no le pregunte nada de carácter personal. Aquí dejo unos fragmentos de diálogos entre estos dos personajes que son, sin duda, de mis pasajes favoritos de la trilogía: 

A-¿Qué me has traído?
K- ¿Y tú? ¿Qué me has traído?
A- Una llave.
K- Es muy bonita. ¿Qué abre?
A- La luna.
K- Ah, podría serme muy útil.
A- Eso mismo pensé yo. Así, si hay una puerta en la luna, podrás abrirla. Aunque yo no fomentaría esa clase de comportamiento insensato.
K- Te he traído un poco de pan. Y una botella de agua.
A- Eso también es muy bonito. ¿Qué hay en el agua?
K- Flores. Y el trozo de luna que no está esta noche en el cielo. Lo he metido también.
A-Yo ya mencioné la luna.
K- Entonces, solo flores. Y el brillo del cuerpo de una libélula. Yo quería un trozo de luna, pero solo conseguí el brillo azul de una libélula.
(…)
A- También me gusta cuando está nublado. Pero hoy está bien. Es acogedor. Como la Subrealidad.
K- ¿La Subrealidad?
A- Vivo en la Subrealidad. Es muy grande.
(…)
A- Anoche salí. A lo alto de las cosas.
(…)
A- Vi a Elodin.
K- ¿Al maestro Elodin? ¿Él también estaba en lo alto de las cosas?
     ¿Te vio?
A- Nadie me ve. Además, estaba muy ocupado escuchando el viento. Anoche el viento sonaba muy bien."
 
❧❧❧
 
 Auri me esperaba sentada en una ancha chimenea de ladrillo. Llevaba el vestido que yo le había comprado y balanceaba distraídamente los pies descalzos mientras contemplaba las estrellas. Su fino cabello formaba alrededor de su cabeza un halo que se desplazaba con el más leve soplo de brisa.
       Pisé con cuidado al centro de una plancha de chapa del tejado. La plancha produjo un sonido hueco bajo mis pies, como un lejano y melodioso tambor. Auri dejó de balancear los pies y se quedó quieta como un conejillo asustado. Entonces me vio y sonrió. La saludé con la mano.
       Bajó de un salto de la chimenea y vino corriendo hasta mí, la melena ondeando.
       —Hola, Kvothe. —Dio un pasito hacia atrás—. Hueles mal.
       Compuse mi mejor sonrisa del día.
       —Hola, Auri —dije—. Tú hueles como una muchacha hermosa.
       —Sí —coincidió ella, jovial.
       Dio unos pasitos hacia un lado, y luego otra vez hacia delante, de puntillas.
       —¿Qué me has traído? —me preguntó.
       —Y tú, ¿qué me has traído? —repliqué.
       Ella sonrió.
       —Tengo una manzana que piensa que es una pera —dijo sosteniéndola en alto—. Y un bollo que piensa que es un gato. Y una lechuga que piensa que es una lechuga.
       —Entonces es una lechuga inteligente.
       —No mucho —dijo ella con una risita delicada—. Si fuera inteligente, ¿por qué iba a pensar que era una lechuga?
       —¿Ni siquiera si fuera una lechuga?—pregunté.
       —Sobre todo si fuera una lechuga —dijo ella—. Ya es mala pata ser una lechuga. Pero peor aún pensar que se es una lechuga. —Sacudió la cabeza con tristeza, y su cabello siguió su movimiento, como si flotara bajo el agua.
       Abrí mi hatillo.
       —Te he traído patatas, media calabaza y una botella de cerveza que piensa que es una hogaza de pan.
       —¿Qué piensa que es la calabaza? —me preguntó con curiosidad, contemplándola. Tenía las manos cogidas detrás de la espalda.
       —Sabe que es una calabaza —dije—. Pero hace ver que es la puesta de sol.
       —¿Y las patatas?
       —Las patatas duermen —dije—. Y me temo que están frías.
       Auri me miró con unos ojos llenos de dulzura.
       —No tengas miedo —me dijo; alargó una mano y posó brevemente los dedos sobre mi mejilla, y su caricia fue más ligera que la caricia de una pluma—. Estoy aquí. Estás a salvo.

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Auri tiene su propio spin-off que está ahora mismo en mi lista de libros por leer. Se llama La Música del Silencio, y es una novela muy breve. 


Resultado de imagen de la musica del silencio 

miércoles, 18 de octubre de 2017

Un ejemplo de Esteticismo

Prefacio

El artista es el creador de cosas bellas.
Revelar el arte y ocultar al artista es el propósito del arte.
El crítico es aquel capaz de reproducir de otra manera, o con un nuevo material, su impresión de las cosas bellas.
La forma más elevada y la más baja de la crítica son modalidades de autobiografía.
Los que hallan significados feos en las cosas bellas se han corrompido sin ser encantadores. Esto es un defecto.
Los que hallan significados bellos en las cosas bellas son los cultivados. Para estos hay esperanza.
Aquellos para quienes las cosas bellas significan únicamente Belleza son los elegidos.
No hay libros morales o inmorales. Sólo hay libros bien o mal escritos, nada más.
La aversión del siglo XIX al Realismo es la furia de Calibán al ver su propio rostro en el espejo.
La versión del siglo XIX al Romanticismo es la furia de Calibán al no ver su propio rostro en el espejo.
La vida moral del hombre forma parte de los temas del artista, pero la moralidad del arte consiste en el empleo perfecto de un medio imperfecto.
Ningún artista desea demostrar nada. Incluso las cosas que son verdad pueden ser demostradas.
Ningún artista tiene simpatías éticas.
En un artista, una simpatía ética es un imperdonable amaneramiento del estilo.
Ningún artista es morboso jamás.
El artista puede expresarlo todo.
Pensamiento y lenguaje son al artista los instrumentos de un arte.
Vicio y virtud son al artista materiales para un arte.
Desde el punto de vista de la forma, el modelo de todas las artes es el arte del músico.
Desde el punto de vista del sentimiento, el oficio del actor es el modelo.
Todo arte es a la vez superficie y símbolo.
Los que van más allá de la superficie, lo hacen por su cuenta y riesgo.
Los que leen el símbolo, lo hacen por su cuenta y riesgo.
Es el espectador, y no la vida, lo que el arte realmente refleja.
La diversidad de opiniones sobre una obra de arte muestra que la obra es nueva, compleja y vital.
Cuando los críticos están en desacuerdo, el artista está de acuerdo consigo mismo.
Se le puede perdonar a un hombre que haga una cosa útil, siempre y cuando no la admire.
La única excusa que tiene hacer una cosa inútil es admirarla intensamente.
Todo arte es completamente inútil.

Wilde, O. (1890). Prefacio. El retrato de Dorian Gray.

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Oscar Wilde (1854-1900), un icono del Modernismo irlandés, nos introduce a su magnificiente y única novela, con poderosa concisión, con una breve descripción de lo que supone el arte desde un punto de vista esteticista: todo arte envuelve una explosión de ideas encontradas. 

El movimiento esteticista concibe el arte como belleza y la idea de Belleza como belleza sin más; lo que quiere decir esto es que el propósito del arte es la creación de cosas bellas en las que el espectador encuentre, únicamente, cosas bellas sin traspasar la barrera del materialismo de la época victoriana: Aquellos para quienes las cosas bellas significan únicamente Belleza son los elegidos. A su vez, nos encontramos de manera inmediata con otra concepción de la creación en contraposición con respecto a la época del autor: No hay libros morales o inmorales. Sólo hay libros bien o mal escritos, nada más; esta afirmación denota el rechazo total a la moralidad del idealismo victoriano, idea con la que nos encontramos de nuevo en subsiguientes partes del Prefacio (Ningún artista tiene simpatías éticas).

En consecuencia a todo lo mencionado hasta este punto, volvemos a la idea principal del texto introducida al comienzo del ensayo: el arte conlleva distintas y diversas interpretaciones y no expresa ninguna verdad absoluta: Todo arte es a la vez superficie y símbolo. Los que van más allá de la superficie, lo hacen por su cuenta y riesgo. Los que leen el símbolo, lo hacen por su cuenta y riesgo. Es el espectador, y no la vida, lo que el arte realmente refleja. La diversidad de opiniones sobre una obra de arte muestra que la obra es nueva, compleja y vital. Cuando los críticos están en desacuerdo, el artista está de acuerdo consigo mismo. Lo que Wilde nos quiere decir con esto es que el arte, más allá de la estética, tiene un transfondo abierto y voluble, adaptable al punto de vista del espectador. Ese es el objetivo del artista: dar pie a un abanico de interpretaciones no de manera jerárquica, sino de manera espacial; todas formando un conjunto del cual ninguna destaca, sino dentro del cual todas son igualmente aceptadas.

El Prefacio concluye con una contundente y directa afirmación a favor de la inutilidad del arte, una clara puñalada al utilitarismo de la época victoriana; la belleza se crea por el amor al arte, no para encontrarle ningún tipo de utilidad. Se le puede perdonar a un hombre que haga una cosa útil, siempre y cuando no la admire. La única excusa que tiene hacer una cosa inútil es admirarla intensamente. Todo arte es completamente inútil.

En definitiva, Wilde escribió su breve introducción a El retrato de Dorian Gray como un manifiesto artístico con un mensaje podesoro y directo: el arte por y para el arte. 


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